El impacto del extractivismo es un asunto de estudio para los programas de difusión del arte contemporáneo y es ante esta táctica que la industria cultural hace circular a artistas y colectivos que han volcado sus reflexiones en torno a esta problemática a partir de las consecuencias físicas e intangibles que ha generado la crisis epistémica que está basada en el debilitamiento de las gobernanzas y en el deterioro constante del medio ambiente generado, entre otros, por el impacto de los residuos antropogénicos.

Las singularidades expuestas han sido, en parte, la base de una serie de obras e investigaciones ejecutadas por Lehman Brothers. Este colectivo danés expone, entre sus ideas fundamentales, el panorama eco-geopolítico que ha sido perjudicado por la aniquilación de los recursos naturales. A esto se suman exploraciones territoriales que levantan cuestionamientos sobre los vaivenes del fenómeno extractivista. Un ejemplo de estas exploraciones fue el viaje que emprendieron Lehman Brothers al Desierto de Atacama en Chile,­­ hito geográfico reconocido como uno de los grandes enclaves de la industria minera que posee en la actualidad el 52% de las reservas mundiales de litioun metal altamente apetecido en el mercado para diversos aparatos tecnológicos. Durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, desde este lugar fue exportado el salitre (llamado también oro blanco), mineral que se convirtió en el principal fertilizante para los campos agrícolas, en Norteamérica y Europa principalmente.

A partir del contexto mencionado anteriormente, Lehman Brothers instaló la obra denominada Pendulum RisingNaNO3 vs. NH3 (nomenclatura del nitrato de sodio y de amoníaco) sobre la contaminada costa que rodea a una mina de sal de baja ley (cerca de Victoria), en los bordes del Salar Grande de Tarapacá. [2] Debo recalcar que el nitrato, así como el amoníaco, fueron grandes rivales de la ferviente escalada exportadora e importadora de principios del siglo pasado. Este hecho provocó el derrumbe de las exportaciones del oro blanco y se tradujo en devastadoras consecuencias que comenzaron en los inicios de la Primera Guerra Mundial, con el descubrimiento de fertilizantes sintéticos en Alemania, y rematando en octubre de 1929, con la crisis del mercado de valores en Nueva York. Desde ese entonces, los diversos pueblos, oficinas y campamentos relacionados con el negocio de exportación del salitre quedaron despojados de sus privilegios, por lo que el abandono y su desmantelamiento formaron parte del cotidiano.

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Bajo este relato infausto, la atmósfera posapocalíptica en la cual fue emplazada la obra NaNO3 vs NH3 también expuso las desafecciones históricas que ostentan estos compuestos dentro del diagrama socio-político que envolvió a la gran depresión económica a finales de los años 20. Es por esto que a través de las reliquias de aquella recesión que afectó al mercado transnacional, y que hoy yacen diseminadas en pleno desierto, podría argumentar que, a pesar de este trance, el despojo de algunos minerales –una práctica conocida en un sinnúmero de territorios– ha sido y sigue siendo un suculento negocio, ya que el capital extraído jamás será devuelto a la tierra.

En esta ocasión, Lehman Brothers ha trasladado su punto de inflexión hacia las montañosas costas del pacífico, específicamente en la zona meridional del Desierto de Atacama, donde encontraron una pequeña caleta de pescadores que lleva por nombre Chañaral de Aceituno. Este lugar posee una geografía que da cuenta de varios siglos de dominación de la industria minera por parte de un par de feudos, principalmente europeos, los que han golpeado las desventuras de este pueblo bajo el dominio de Chile, un país ubicado en el extremo, no solo desde el punto de vista geográfico, sino también desde el punto de vista ideológico, teniendo en cuenta su decadente neoliberalidad.

También los alrededores de Chañaral de Aceituno han ponderado suspicaces convicciones que tienen relación con el mantenimiento del trabajo de la pesca artesanal y, al mismo tiempo, del trabajo minero que busca palear los altos costos de mantención en el lugar, una cuestión que añade a la investigación de este grupo de artistas las distopías que rodean al extractivismo, tanto desde el dogma capitalista, como del devenir de la globalización.

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A partir de estas determinaciones, la narrativa primordial de los Lehman Brothers se ve enfrentada a la realidad de estas comunidades, las mismas que enrostran las transformaciones que ha experimentado su biodiversidad. En este sentido, si bien el capitalismo promueve un enclave tangible, al mismo tiempo es una construcción cultural como lo ha escrito la filósofa feminista mexicana Sayak Valencia: “En primera instancia es importante poner en relieve que el capitalismo, además de ser un sistema de producción, ha devenido en una construcción cultural. Es importante evidenciar este hecho, ya que mediante nuestras reflexiones no nos referimos únicamente a la economía sino también a sus efectos como construcción cultural biointegradora”. [3]

Ciertamente la coyuntura actual del capitalismo se ha extralimitado a su propia historia y no hay dudas de que su metodología aparece, con mayor frecuencia, en el tercer mundo, más aun durante estos meses de caos e incertidumbre ante la pandemia. Estas disyuntivas ya han sido elaboradas por los idearios de algunos artistas y pensadores que grafican en sus proyectos las huellas que ha dejado esta matriz económica: “El capitalismo lo cambia todo. Ha alterado nuestra relación con la Tierra. Ha despedazado territorios y arrancado sus materiales transportándolos sobre la superficie del planeta como tráfico entre naciones y mercados”. [4]

Desde las introspecciones que he presentado puedo comprender aún más que la investigación y exposición de este colectivo de artistas revelaría las estéticas invisibles del capitalismo y cómo esta ideología mantiene a Chañaral de Aceituno envuelto en las consecuencias inconmensurables del capital global. No obstante, es bastante conocido que el panorama global del arte –que intenta revelar estos ecocidios– omite a quienes arbitrariamente enajenan y mercantilizan a la naturaleza.

Por otro lado, la globalización, ‘ese objeto cultural no identificado’ –en palabras del antropólogo argentino Néstor García Canclini– demuestra que los efectos de la enajenación y la mercantilización aparecen como fenómenos que aparentan ser propiedades de la tecnocracia emergente del capitalismo tardío, pero que no se concretiza en su dimensión holística como régimen, y termina solo revalorizando la explotación del territorio.

Ante este asunto, queda claro que Chañaral de Aceituno jamás ha sido considerado como un ecosistema para la globalización, sino más bien, y en palabras de Sergio Boisier: “Como un reducto para la implementación de proyectos extractivistas. Es más, la globalización, se dice, conlleva la amenaza de romper con los lazos de identidad territorial, traspasándolos a un mundo corporativo, funcional, en el cual sería más importante ser ‘ciudadano de la Coca-Cola’ que de esta caleta de pescadores. Sin embargo, ello jamás ocurrirá; en verdad lo que la globalización genera es una dialéctica de identidad: cuanto mayor es el peligro de una alineación total, mayor es la tendencia de las personas a reforzar la dimensión (territorial) local como un espacio recuperado de solidaridad, tal vez como única forma de superar la discusión entre ‘globalizarse o no’, abriendo espacio a la cuestión de cómo controlar este proceso para convertirlo en una oportunidad para el desarrollo”. [5]

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Las truncadas estructuras sociales con las que son mantenidos los campamentos mineros también han reforzado aquella dimensión local, cuando se mira por ejemplo al cisma político del presente. Un detalle no menos abrumador para esta coyuntura capitalista y globalizadora, es el que aparece cuando Lehman Brothers aborda el sitial ecológico de Chañaral de Aceituno como un foco de investigación para observar el impacto de la industria minera en el ecosistema y estudiar a miles de mamíferos como los pingüinos de Humboldt y diferentes especies de aves marinas y cetáceos que han sobrevivido al dramático y sustantivo envenenamiento del océano, como consecuencia de la industria minera.

El Océano Pacífico que poco y nada tiene de sosegado, es una superficie migratoria sin fin para la fauna indómita. Llama bastante la atención cómo este mar particularmente presenta el trayecto de las ballenas, engendrado en mis pensamientos a partir de algunas novelas que a ciencia cierta, me han permitido reinterpretar las infinitas aleaciones que expone el extractivismo a gran escala sobre aquel peculiar rincón de Sudamérica.

Por tanto, me atrevo a comentar que este grupo de artistas me han presentado una introspección multilateral para profundizar en la descolonización de la naturaleza, como lo ha manifestado el crítico cultural estadounidense T.J. Demos: “… descolonizar la naturaleza implica dejar de ubicarnos en el centro del universo y ver la naturaleza como una fuente de generosidad sin fin. Los campos de investigación que han pesquisado recientemente los términos de tal movimiento incluyen al realismo especulativo, el nuevo materialismo, al activismo ecosófico, la ontología orientada a objetos, la política elemental, y el post-humanismo, cada uno de los cuales propone innovadoras metodologías de análisis post-antropocéntrico”. [6]

Estos paisajes post-humanos y corrompidos por la dialéctica del capital son epicentros para estudiar el conocimiento de manera transversal, el cual debería conjugar, por un lado, a la cruel neoliberalidad y por otro lado, al pernicioso antropocentrismo. Sin duda estas consecuencias irrumpen en los compromisos que yo y todos mantenemos, como comunidad, con el medio ambiente. Ante este dilema, los avistamientos de inmensos cetáceos, especialmente de la especie ‘rorcual albiblanco’ o también llamada ‘fin’, traslucen en su corporalidad una cosmogonía que revive el choque entre esa naturaleza colonizada y las fracturas que exhibe nuestro sistema neoliberal.

Adicionalmente, la ciencia ha trazado un trabajo para el estudio exhaustivo de estos grandes mamíferos, pero el paupérrimo desenlace económico que está amarrado a estos campamentos mineros, ha generado que una parte de su población esté dedicada a la industria del turismo cultural ecológico. Este emprendimiento ha revelado un aspecto que no despierta el interés para resaltar aspectos culturales críticos, sino que más bien supone el recrudecimiento del imaginario de la globalización.

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Otro aspecto que devela este viaje exploratorio, está emparentado al oscuro romanticismo de Herman Melville, específicamente en su épica obra Moby-Dick, donde la caza de ballenas –aquel combate tozudo en contra del equilibrio natural– repercute en los registros que por estos días exterioriza el descalabro de los océanos. Sin profundizar de forma contundente en estas últimas y cruciales líneas, es bastante evidente, que las ballenas enfrentan, de manera constante, al verbo ‘extraer’ como una clave para entender las dinámicas de su evolución, a través de un maritorio cada vez más diezmado por la contaminación.

Las ballenas, en general, están alejadas de las buenas intenciones humanas, porque efectivamente han estado asimilando en su piel las toneladas de relaves que la gran minería vierte sobre el océano. De esta manera, no podemos desmentir que la susceptibilidad de estos monumentales animales, han capturado los vestigios inmundos que le hemos dejado a la Pacha. Las ballenas inscriben, dentro de este proyecto expositivo, las inherentes indagaciones humanas al sentido de la vida y la muerte, con sus pasiones, vicios y manías. Por cierto, estos antecedentes coexisten dentro de la misma cuestión neoliberal y aparecen como fisuras que han sido asimiladas a través de una errante búsqueda por la materialidad y la orgánica que conserva el desierto, y que al final del día están estrictamente embrolladas a la extirpación que le han provocado a gran parte de su paisaje.

Todo este trabajo de campo de Lehman Brothers reveló que estos contornos del desierto son los vestigios y desperdicios que movilizan la lógica extractivista ante el interminable colapso del sistema económico global, un hecho que ha propiciado más de una mirada a partir de la simple práctica de bucear en el océano, escalar a través de cerros explotados y transitar por asoleados senderos. Todas estas actividades trazan unas cuantas metáforas que incluso amparan un sentimiento obsesivo, monomanía tan característica del capitalismo.

Aquí, la estrategia para dialogar, dentro del marco que inscribe una exposición, va más allá del capitalismo, la globalización y la quimera europea acerca de la descolonización. Podríamos indagar más adelante en los objetivos de esta exploración, sin embargo, Lehman Brothers ha ampliado un análisis colateral sobre el extractivismo hacia otros sujetos e incluso objetos que conforman estos ecosistemas.

Finalmente, las locaciones e imágenes que hacen parte de este proyecto, dictaminan el mordisqueo violento de las transnacionales sobre aquel recóndito hábitat minero y ballenero. Un hecho que me regresa a la prosa intermitente que desprenden las palabras del narrador oficial de Moby Dick: Ismael; quién exclamó: “Era la blancura de la ballena lo que me horrorizaba por encima de todas las cosas”.

 

*Este ensayo es parte de una iniciativa para fomentar los escritos críticos en español e inglés de una variedad de nuevos talentos en las artes visuales, y como una asociación entre Rotunda Magazine en Santiago de Chile y SixtyEight Art Institute en Copenhague, Dinamarca.

**Una versión de este ensayo fue incluida en octubre de 2020 en el catálogo y antología de la exposición, Cerro Point Blanco de Lehman Brothers. Publicado por Really Simple Syndication Press en Copenhague, Dinamarca.

Más información sobre esta publicación en www.rssprss.net 

 

[1] http://www.minmineria.gob.cl/%C2%BFque-es-el-litio/

[2] Ver proyecto en https://youtu.be/44fsbq8koIs

[3] VALENCIA, Sayak, “Capitalismo Gore”. Cap. 2: Capitalismo como Construcción Cultural (Tenerife: Editorial Melusina, 2010) p. 50.

[4] Ver publicación de la exposición “El tráfico de la Tierra”, proyecto investigación de los fotógrafos Xavier Rivas e Ignacio Acosta más las participación de la historiadora del arte Louise Purbrick. Más información en www.tracesofnitrate.org

[5] BOISIER, Sergio, «Globalización, Geografía Política y Fronteras», publicado en Revista Estudios Transfronterizos, Vol. I, Nº 1, INTE, Universidad Arturo Prat, Iquique, 2003, pp. 49-68.

[6] DEMOS, T.J. Decolonizing Nature: Contemporary Art and the Politics of Ecology (Berlín: Sternberg Press, 2016), p. 19.