Carolina Martínez: Cuéntanos del proyecto “Museo del Hongo”. ¿Cómo se gesta y por qué?

Juan Ferrer: El Museo del Hongo (MDH) se origina a partir de un proyecto que tuvo la Fundación Armar en el año 2015, llamado “Justicia al Reino Fungi”, desarrollado por la curadora de arte Camila Marambio en conjunto con Giuliana Furci, directora de la Fundación Fungi, Nicolás Arze y Nicolás Oyarce, en colaboración con varios artistas visuales nacionales. Nicolás Oyarce, quien es el director creativo del Museo del Hongo (MDH) y mi mano derecha en el proyecto, trabajó como artista para la fundación y les propuso afinar la imagen para hacer “real” justicia al Reino Fungi desde la estética de la naturaleza. En ese contexto yo comencé mi práctica profesional en la Fundación Fungi, realizando trabajos más que nada de diseño gráfico, aprendiendo mucho del Reino Fungi y ahí me encontré con una cantidad de información y belleza inesperada, por lo que durante el año de mi tesis universitaria, desarrollé una curatoría seleccionando artistas, diseñadores y científicos que trabajaran directamente con hongos: ellos conformaron la primera Aparición del MDH en noviembre del 2016, en el Club Social de Artistas en el barrio Matta, donde se respondía a preguntas como qué son los hongos, qué hacen, cómo viven, cómo se reproducen, y también se mostraban algunos usos medicinales y usos contemporáneos. El MDH nace básicamente por la necesidad de crear un espacio de difusión para los hongos, donde se cruzan la disciplinas de la ciencia, el arte y el diseño con el fin de generar nuevas experiencias estéticas y al mismo tiempo educativas, ya que se conoce poco del Reino Fungi. Especialmente en Chile, donde dentro del lenguaje popular se usa la frase “valer callampa” o “valer hongo” donde se posiciona al hongo como algo despreciable o sin valor, generando así una realidad desde el lenguaje que se aleja enormemente de la trascendencia de los hongos dentro de nuestro ecosistema.

Con el tiempo el proyecto fue tomando fuerza y logramos el patrocinio de la Fundación Fungi, seguimos trabajando con Giuliana en el diseño de la Guía de Campo Hongos de Chile, Vol. II, alianzas con activistas de la escena local y global, armamos nuestro equipo de diseño liderado por Rosario Ureta y gestionamos una red de apoyo de todos los amantes del tercer reino que crece todos los días.

«El Museo del Hongo MDH nace básicamente por la necesidad de crear un espacio de difusión para los hongos, donde se cruzan la disciplinas de la ciencia, el arte y el diseño con el fin de generar nuevas experiencias estéticas y al mismo tiempo educativas, ya que se conoce poco del Reino Fungi. Especialmente en Chile, donde dentro del lenguaje popular se usa la frase “valer callampa” o “valer hongo” donde se posiciona al hongo como algo despreciable o sin valor…»

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CM: La segunda Aparición –esto porque es un proyecto itinerante y temporal- en el Museo de Valdivia, trató de mantener un vínculo con la ciencia, cuestionando además la fricción entre lo orgánico y lo inorgánico, y los nuevos paradigmas desde dónde imaginar la vida. Con esto me refiero a que no es solo un muestrario, sino que se genera la aparición de los hongos y su sobrevivencia bajo ciertas características del espacio de exhibición, lo que me hace pensar en cómo imaginamos un posible futuro de la humanidad bajo tierra. ¿Qué relación podrías establecer en este relato entre la creación de vida de uno de los reinos orgánicos base para la existencia y las nuevas condiciones de la humanidad y un inminente futuro no muy alentador?

JF: Uno de los objetivos del MDH es reemplazar esta mirada desalentadora por una forma de construir a una nueva realidad alineada y consciente con todos los reinos que conforman nuestra idea de planeta, y desde ahí generar el cambio de paradigma en su devenir.

La sexualidad de los hongos y su sistema de reproducción se manifiesta a través de esporas, contenedores microscópicos del material genético, donde éstas pueden permanecer por años en dormancia, que es un estado en el cual las actividades metabólicas disminuyen para conservar energía, hasta que se dan las condiciones ambientales, de temperatura, humedad, entre otras, para proliferar. El concepto de dormancia se instaló como una de las aristas simbólicas del proyecto para nuestro proceso de producción.

A través de nuestras apariciones con el MDH, se abren nuevas preguntas y las condiciones lo evidencian: el planeta sufre de un nivel de contaminación medioambiental insostenible, por lo que es necesario estudiar a los hongos. Ellos son los recicladores de la naturaleza, metabolizan la materia orgánica en descomposición para devolverla al medio ambiente, de manera que las plantas y posteriormente los animales los consumen, es decir, le dan continuidad al ciclo biológico.

El hongo se compone por unidades mínimas tubulares llamadas hifas, y éstas a su vez componen el micelio, que vive bajo tierra o dentro de las plantas, colonizando su sustrato. Cuando el sustrato está enteramente colonizado y se forma la biomasa suficiente, el micelio forma la seta, la callampa, el cuerpo reproductor del hongo donde se forman las esporas. El micelio puede extenderse tanto así, que el ser vivo más grande del mundo es un hongo de la especie Armillaria solidipes que vive bajo tierra en el Parque Nacional Malheur en Oregon, EE.UU., alcanzando aproximadamente 890 hectáreas.

El gran micólogo estadounidense Paul Stamets propone varias maneras de cómo los hongos podrían salvar al mundo usando técnicas de micoremediación. En su libro “Mycelium Running”, explica que la micoremediación consiste en utilizar hongos para regenerar suelos, romper enlaces de moléculas creadas por el hombre, como por ejemplo la degradación del plástico o del petróleo, entre otras aplicaciones que efectivamente podrían salvarnos de una catástrofe medioambiental, o por lo menos, ir recuperando al planeta. Entonces, el nuevo paradigma de dónde imaginar la vida es simplemente pensar en ella como un ciclo donde las tareas de reciclaje y descomposición de nuestros residuos son cruciales para mantener el flujo equilibrado de energía. La permacultura por ejemplo, es una ciencia del diseño que plantea básicamente eso, vivir sin generar residuos, donde el habitar humano no interrumpe, es más, potencia el ciclo ecológico y hace un uso responsable de los medios que nos proporciona la naturaleza.

«El gran micólogo estadounidense Paul Stamets propone varias maneras de cómo los hongos podrían salvar al mundo usando técnicas de micoremediación. En su libro “Mycelium Running”, explica que la micoremediación consiste en utilizar hongos para regenerar suelos, romper enlaces de moléculas creadas por el hombre.»

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Dentro de los imaginarios posibles, en “Vigilantes” del Reino Fungi de Iván Navarro, planteamos estas esculturas de luz como una post humanidad, cuerpos Ciborg, más iluminados. Vigilantes que nos ayudan a ver en la oscuridad.

Es bajo esta lógica de una existencia biológica subterránea aparentemente invisible,  que se planteó esta exposición en las bóvedas del MAC de Valdivia, otorgando así una experiencia inmersiva que era uno de los objetivos de la exposición.

CM: La vinculación entre arte y ciencia no es algo nada nuevo, pero siempre pareciese que se da en un sentido unidireccional y no proporcional de intercambio, donde las prácticas artísticas se sirven más de la ciencia y avances tecnológicos que la ciencia del arte. ¿Cómo has enfrentado esta situación o cómo la ves y qué esperas de este diálogo?

JF: Intento aplicar cualquier metodología más allá de una disciplina en sí misma para desarrollar las experiencias del MDH. Es decir, desde las artes visuales extraigo la museografía y los dispositivos de montaje que me permiten atribuirle al hongo un valor museal, y en la micología encuentro la base para el contenido de estas experiencias.

En esta Aparición, se plantea el cultivo del hongo como una obra de arte viva, donde su forma se va transformando a medida que transcurre la exposición, mostrando así un proceso que generalmente no vemos, y también se plantea una analogía con los procesos de producción de las obras de arte, que generalmente son invisibles para el visitante. Al darle este valor museográfico al hongo, se logran generar nuevas reflexiones y el encuentro se enriquece. Así también, la práctica curatorial me permite desarrollar un relato, donde para narrarlo hago uso de obras de arte, en este caso, se incluyeron las obras de Iván Navarro, que representan unos “guardianes” o “vigilantes” de este reino misterioso. Este concepto de la vigilia se desarrolla a través de dos metáforas; los hongos sin que los veamos, se han encargado de custodiar que la vida sea posible en la Tierra: ellos fueron los que permitieron que la vida pasara de un medio acuático a uno terrestre, por lo tanto ellos pasarían a ser los guardianes de la vida. Y por otro lado, estos vigilantes tienen algunos rasgos antropomórficos pues se propone que ahora nosotros, los seres humanos, vigilemos los hongos y aprendamos de ellos como lo hemos hecho con las plantas.

De todas formas, al plantearnos como un Museo queremos acoger todas las prácticas relacionadas y exponerlas de forma atractiva y cercana, mostrando la ciencia no solo para científicos. Se podría decir que me sirvo del arte para comunicar ciencias biológicas.

«Desde las artes visuales extraigo la museografía y los dispositivos de montaje que me permiten atribuirle al hongo un valor museal, y en la micología encuentro la base para el contenido de estas experiencias.»

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CM: Siendo una instalación que se puede enmarcar dentro de lo que es arte contemporáneo ¿Sientes que tienes una tesis con respecto a la exhibición? ¿Cuál es tu principal postulado con respecto a exhibir dentro de este contexto algo que para muchos debiese estar en el Museo de Historia Natural o en un Jardín Botánico?

JF: El MDH plantea una biomísesis con los hongos y sus variados entornos para habitar dentro y fuera de los museos, ya que éstos son ubicuos, es decir, están en todas partes. El MDH aparecerá donde se den las condiciones necesarias, y las exposiciones inevitablemente serán site-specific, ya que cada sustrato tiene sus características que harán únicas cada una de estas experiencias. Esta Aparición se emplazó en el Museo de Arte Contemporáneo de Valdivia, perteneciente a la Universidad Austral de Chile, que siempre ha tenido problemas con hongos por la humedad presente debido a ubicarse al lado del río. Entonces con esta muestra queríamos romper también con esos límites de cómo se conciben los museos hoy en día, donde sus objetivos han ido dejando de lado la dimensión archivística para pasar a generar nuevas experiencias que formen vínculos con un público (Chiu, 2013)[1].

Por otro lado, es absolutamente contradictorio introducir hongos dentro de un museo de arte contemporáneo, por temas de conservación de colecciones. Pero el MAC de Valdivia, nos lo permitió, generando así también una interesante reflexión en cuanto a las labores de los museos y la práctica curatorial en los últimos años. En todo caso, luego de la primera Aparición del MDH, pude rescatar que al exhibir naturaleza, nadie se siente ajeno.

CM: ¿Cómo se concibió el diseño de exhibición del “Museo del Hongo” en Valdivia?

JF: Lo primero que tuve claro fue que quería mostrar cultivos de hongos vivos, y el diseño se generó bajo la idea de facilitar esa comprensión y la práctica de hábitos sostenibles en la recolección de hongos, ya que en Valdivia se pueden encontrar muchas especies de hongos comestibles y es común ver variadas especies en el mercado. Por recomendación de los productores locales, llegamos a trabajar con Daniela Morales, productora de hongos de Temuco, para liderar la preparación de alrededor de 200 cultivos de champiñón ostra amarillo, rosado y pardo en las bóvedas del MAC como laboratorio. Esta producción de cultivos dio inicio a lo que se transformó en una residencia subterránea de casi 3 meses. Así, la exhibición planteó en una primera instancia, cultivos de champiñón parís Agaricus bisporus, descomponedores secundarios, cultivos expuestos en cajones a un nivel bajo, para hacer el paralelo con la cosecha en el suelo del bosque, para luego pasar a las repisas de los cultivos de champiñón ostra Pleurotus ostreatus, descomponedor primario, cultivos embolsados que interrumpen la visión hacia el final de la bóveda, donde se encontraba otro vigilante que custodiaba un gran cultivo de champiñón ostra rosado.

El diseño de la exhibición se fue desarrollando a través de reuniones de equipo, visitas a terreno, y a medida que fuimos habitando las bóvedas del MAC, fuimos entendiendo cómo se articularían los recorridos de los asistentes.

Al MAC entrabas por arriba y debías descender a las profundidades para encontrar luego de todo el recorrido, el corazón de la muestra: el Gran micelio rosado acompañado de un vigilante que lo ilumina.

CM: ¿Cuáles son las variantes a las que estaban sometidos las diferentes clases de hongo en cultivo?

JF: Las dos especies que se exhibieron varían entre sí al ser una descomponedor primario y la otra, secundario: “Agaricus bisporus”: En materia de cultivo se suelen mencionar como descomponedores secundarios, debido a que actúan sobre una materia orgánica después de que otro organismo previamente ya comenzó el proceso de descomposición. Un ejemplo de ello es el estiércol y el compost. Se conoce con el nombre común de “Champiñón de París”, siendo una especie altamente comercial, y quizás la más conocida por los comensales de hongos, tanto así que muchos suelen emplear los términos champiñón y hongo como si fueran sinónimos. “Pleurotus ostreatus”: Es un hongo con una técnica sencilla de cultivo, le agradan los sustratos altos en lignina, descomponiendo materiales duros como la madera y la paja de cereales, principalmente trigo y avena. Por este motivo es considerado un descomponedor primario, siendo por lo general el primer descomponedor dentro del proceso de degradación. Sus fructificaciones son vistosas y crece en racimos, hay variedades de distintos colores como blanco, gris y pardo. Hay otras especies de pleurotus que utilizan la misma técnica de cultivo como el “Pleurotus citrinopileatus” (color amarillo) y el “Pleurotus djamor” (color rosado y sabor dulce).” (Daniela Morales)

En materias de condiciones ambientales, las variantes fueron temperatura, humedad y la exposición a microorganismos dado que estábamos en un lugar no esterilizado. Por lo que la residencia comenzó con una extenuante preparación de las bóvedas para recibir los cultivos. Esto consistió en la aplicación de cal en los muros, para eliminar microorganismos que podrían contaminar el sustrato. Por otro lado, para la incubación del micelio tuvimos que instalar invernaderos dentro de las bóvedas para poder controlar mejor las condiciones de temperatura, ya que tuvimos que aumentarla en casi 10ºC.

«Cuando pensamos en el sistema de iluminación para los cultivos de hongos en las bóvedas, el nombre de Iván surgió de manera inmediata, queríamos hacerlo parte de esta historia. En la residencia experimental en el MAC de Valdivia trabajamos en la oscuridad toda la primera parte, esos meses trabajamos la dormancia y cuando llegaron las obras de Iván todo apareció y tomó sentido. Nos iluminamos todos.»

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CM: “Museo del Hongo – Aparición II” fue resguardada y protegida por los vigilantes de Iván Navarro; esculturas realizadas en su ya clásicos tubos halógenos. ¿Crees que esta variante inorgánica logró modificar la composición de los hongos o cambió su crecimiento y características? ¿Por qué los hongos necesitaban estos vigilantes?

JF: El proceso donde integramos a Navarro en la segunda aparición, se dio de manera orgánica. Participamos en el proyecto Konantü de Courtney Smith e Iván Navarro, luego en el proyecto Cuaderno Cuadricular junto a una decena de artistas, directores de museos, y curadores en sintonía con el MDH, en el contexto de la 12ª Bienal de Artes Mediales de Chile. Por lo que cuando pensamos en el sistema de iluminación para los cultivos de hongos en las bóvedas, el nombre de Iván surgió de manera inmediata, queríamos hacerlo parte de esta historia. En la residencia experimental en el MAC de Valdivia trabajamos en la oscuridad toda la primera parte, esos meses trabajamos la dormancia y cuando llegaron las obras de Iván todo apareció y tomó sentido. Nos iluminamos todos.

Una de las características de los hongos que los diferencia de las plantas, es que éstos no hacen fotosíntesis. Aún así, la luz es necesaria para el cultivo de algunos hongos ya que éstos absorben algunas longitudes de onda dentro del espectro azul-verde, que estimulan los metabolismos que regulan los requerimientos energéticos y de crecimiento, e inician mecanismos para crear altos niveles de proteína, vitamina D y propiedades medicinales. La luz en las prácticas de cultivo puede ser aplicada de forma natural (luz indirecta/difusa) y tubos fluorescentes. Entonces, los hongos no solo necesitan de estos vigilantes para crecer, sino que también los requieren a nivel sociocultural, ya que se necesitan más personas que les hagan justicia, los visibilicen, que los estudien y difundan su maravillosa labor: trabajar sobre la muerte para dar vida, cerrando así el ciclo.

CM: La exhibición contó con una serie de acciones dentro de lo que podría llamarse un programa público. Cuéntanos acerca de estas actividades y cómo esperabas que la gente se relacionara? ¿Crees que el espectador se sintió más atraído hacia la experiencia artística que a la experiencia biológica?

JF: Me cuesta mucho separar las experiencias ya que se sustentan entre ellas de igual manera. Uno de los objetivos del MDH es conjugar y manifestar la convergencia entre las disciplinas; romper con esas clasificaciones y etiquetas. No podría hacer una diferencia en ese interés del público. Lo que sí, es que fueron más de 1.000 personas, que es histórico para el MAC de Valdivia.

Por otro lado, las actividades que podríamos decir que son netamente “artísticas”, fueron visitas guiadas (realizadas por el curador, la productora de hongos y el director creativo del MDH). Y la actividad netamente “biológica”, sería el taller de recolección sostenible impartido por Daniela Torres, directora ejecutiva de la Fundación Fungi. El evento de cierre además, consistió en una cena donde comimos los champiñones de esta Aparición, lo que sería una experiencia gastronómica, por lo que también existió otro público, no afín a la biología ni al arte, que se vio atraído por la exposición. El MDH intenta abordar todas las dimensiones desde las cuales se puede abordar el Reino Fungi.

«Tenemos mucho contenido que comunicar y acciones que realizar desde la naturaleza hasta un posible mundo post humano, post corpóreo, fluido, anti colonialista desde sus disciplinas, no binario, conectado a través de un micelio imaginario o real, como lo hacen los hongos con la información de todo el bosque.»

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CM: ¿Cuáles son los próximos planes para el “Museo del Hongo”? ¿Proyectas algún tipo de nueva interacción entre lo orgánico y esta transhumanidad?

JF: Estamos trabajando para próximas Apariciones, pero como las setas, el MDH surge y desaparece. El proceso de producción de esta segunda aparición nos ayudó a entender cómo activar futuras apariciones. Estamos desarrollando varios proyectos de manera tranquila ya que la recepción hacia nuestro proyecto ha sido positiva y va tomando fuerza semana tras semana.

Como estamos trabajando con un reino, tenemos mucho contenido que comunicar y acciones que realizar desde la naturaleza hasta un posible mundo post humano, post corpóreo, fluido, anti colonialista desde sus disciplinas, no binario, conectado a través de un micelio imaginario o real, como lo hacen los hongos con la información de todo el bosque, conectados a través de una visión rizomática, transversal y trascendental, que conecta todas las ideas.

 

[1] Chiu, M. (2013) Making a Museum in the 21st Century. Asia Society, New York, EE.UU.