La clásica discusión de forma versus contenido parece ya no tener sentido en estos tiempos en que cualquier límite, o más aún, cualquier definición es difusa y maleable. Es cierto que los diálogos y sus distintas formas transitan más rápido que nunca, y es por eso mismo que es plausible de otorgarles el sentido que cada uno de nuestros espíritus postmodernistas quiera atribuirles. La contradicción constante de vivir y coexistir en disímiles secciones que desde la superficie nos hablan de pertenecer a la misma estructura.

“Double Headed South : Bicéfalo” es la muestra bipersonal del artista visual chileno radicado en Dinamarca Javier Tapia y el artista danés Peter Bonde, que se exhibe actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile y en la Galería D21. La muestra parece estar levantada desde el cruce cultural entre Javier y Peter, siendo la figura central de la instalación, una escultura inflable que referencia a una vasija precolombina de doble entrada de las cuales salen botellas de alcohol y que está dispuesta sobre una enorme estructura de fierros y andamios. Las exquisitas pinturas de Peter Bonde cubren la estructura en ciertas partes, siendo al mismo tiempo en otras separadores dentro de la instalación.

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Es un pequeño mundo lo que vemos en el MNBA, donde estos andamios no solo están en función de contener los elementos que configuran “Double Headed South”, sino que es ella misma la que también forma parte del sistema, convirtiéndose en un modelo que soporta la construcción del diálogo y la energía de los objetos y símbolos. Dentro de ella se proyecta un film que insiste en llevarnos al viaje de Javier y Peter desde Dinamarca, y que cuyo cubículo de proyección está conectado por un largo tubo con otra sección de la instalación formada por una reproducción inanimada de paisajes escandinavos donde fue realizado el film, pero provocando una percepción bastante orgánica en su materialidad.

La exquisita recolección y el peculiar mix que entregan los artistas, sin duda que en primera instancia da cuenta de objetos encontrados devenidos en alegorías y otros elementos propios de un sistema de producción anglosajón y planeado. Pero lo cierto es que “Double Headed South” va mucho más allá de ser una instalación configurada desde el paradigma global de culturas que transitan y se confunden. Aquí hay energía, y una muy poderosa, que se nutre de diferentes elementos y lugares y que podría no parar nunca.

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El trabajo de Javier Tapia es como una cadena de cosas que él mismo no sabe dónde ni cuándo terminarán. En cada proyecto va sumando cosas que se van configurando como una experiencia de aprendizaje, intentando además, aprender de otros que puedan saber más que él. Es por esto que de cierto modo, su obra parece nunca estar terminada. Nada es forzado ni planeado, puede proveerse de distintas plataformas como el film, la escultura o la instalación, y es la pasión y el interés lo que realmente va trazando cada uno de sus proyectos.

“A veces hay algo en lo que estoy interesado, pero no trato de forzarlo como una forma determinada. No me importa si estoy trabajando en un film, instalación, escultura, dibujo o una instalación completa. Solo intento trabajar con interés y pasión sin duda”.

 Así es como la experimentación y una suerte de “método científico” de ensayo y error opera en sus procesos. Hay ciertos factores dados por el contexto que pueden funcionar o no, así van ajustándose a este aprendizaje y a como van sucediéndose las cosas.

Para hablar de lo que inspira a Javier, necesariamente habría que acudir al ámbito emocional, las circunstancias, casualidades o personas que se van apareciendo en cada etapa. O tal vez un súper energético momento, u otro más nostálgico darían los soplos. De energía e intuición es que se ha nutrido su obra.

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Pero no es solo acerca de la reflexión en torno a la cultura y sociedad y sus elementos que rigen el contenido devenido en forma que desarrolla Javier; es también acerca de una película, del temperamento de otro artista o simplemente de una buena conversación desde donde el artista puede trazar las líneas de su siguiente trabajo.

Y es de esta misma manera que se dio la idea de partir. No estaba dentro de un plan, aunque sí ya estaba siendo influenciado por lo que pasaba con el arte afuera. Una suerte de flow que lo llevó a emprender el viaje apoyado por su familia y motivado por sus amigos. Conocer nuevos lugares y personas es algo que también ha sido preponderante en la forma en que lleva sus piezas, tanto en la estética misma como en las colaboraciones que se han dado.

“Cuando voy a un país nuevo sin saber nada del lugar, trato de conocer gente nueva y crear relaciones. A veces encuentro metáforas en cosas que no son parte de mi discurso, pero son similares en mi repertorio o son parte de mis intereses, convirtiéndose en parte de mi obra”.

Las piezas de Javier Tapia se nos presentan casi como dispositivos de visualidad donde los diversos elementos, técnicas y soporte crean intersticios que son huellas de sus viajes, conexiones y personalidad. Reconoce también que ellas probablemente se hubieran visto influenciadas por factores similares si es que se hubiese quedado en el país, pero es difícil imaginar los resultados estéticos y plásticos. Se sirve de sus herramientas más familiares, pero también de las improvistas que surgen en un proyecto, respondiendo a un lenguaje que se va co creando entre la producción y la obra. Y así, naturalmente puesto en perspectiva, se puede ver una línea entre sus obras, donde recordarse a sí mismo es el primer punto de partida.

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El trabajo y cuerpo de obra de Tapia al estar en tránsito continuo por los confusos límites de expresión de las culturas e individuos, torna casi inevitable el hecho de que se le inserte dentro de la política. Pero no en el sentido de un arte explícito como tal. Hablar y comunicarse desde el arte y sus posibles significados dentro de una red de distintos mundos está afectado por una sintomatología política.

“Me interesa el impacto de la guerra postcolonial, o el tema de los ciudadanos de primera o segunda clase. A mí mismo como inmigrante en Dinamarca, me golpea esta situación a menudo, pero no como algo negativo. Solo veo la diferencia. De cierta manera intento usar algunos aspectos de esto, ni positivo ni negativo, solo es un aspecto de mi trabajo. Me interesan los niveles que no se hablan. A veces pasa que cuando visualizas, o eres muy obvio, la gente puede hablar de ello y centrar su atención en eso”.

Su historia con Peter no difiere mucho de cómo él mismo se ha desenvuelto como artista, donde el cruce de pensamientos e ímpetus propició esta relación. Ambos estudiaron en la Royal Danish Academy of Fine Arts, donde Peter también se desempeño como profesor. Además en un momento fueron representados por las mismas galerías y no faltaban los encuentros en los openings en Copenhagen. Las conversaciones se daban en torno a sus viajes, lo que veían y por supuesto, los proyectos. Para Javier Tapia, Bonde no era alguien que estaba pegado en la pintura como modo de producción, solo es un recurso en el espíritu libre de Peter, y que no deja de ser una pintura poco usual.

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La idea de la colaboración se gesto en estos encuentros, pero no fue hasta que pusieron un deadline que el trabajo en conjunto aterrizó. Hasta ahí solo habían tenido reuniones e ideas que divagaban en el papel. A veces se puede tener idea de alguien en cuanto a que conoces su trabajo, pero las situaciones cambian en estas dinámicas:

“Las personas son complejas, cada persona tiene sus asuntos. Conoces su familia o los lugares donde ellos viven, y conoces en un nivel más personal. No solo openings y lanzamientos. Así es como nos fuimos conociendo con Peter, y entonces las posibilidades de concretar este proyecto se fueron abriendo”.

En este sentido, para Peter el proceso de colaboración ha sido hablando, desarrollando ideas. Aunque esto le sea esencial, lo es más aún el modo en que haces que algo coexista. Se trata de encontrar una solución cuando a veces algo no funciona, es un asunto de existencia:

“Realmente, esto es yendo uno hacia el otro. No tenemos que trabajar en las mismas piezas todo el tiempo, de hecho eso lo hacemos sólo en algunos trabajos, pero este detalle no importa porque la idea de lo que deseamos hacer es una suerte de entretenimiento, donde proveemos shows coherentes a las galerías y museos. Y es por eso que debería haber una mejor colaboración entre los espacios y el artista, un diálogo fluído, y a veces esto es difícil, lo sé. Pero a veces tampoco se quiere encarar esta situación”.

El proyecto que hoy los tiene en Chile, sin duda que parte de esta vasija inflable de doble entrada, y donde el nombre de la exhibición dejó indicadas las pistas a seguir para terminar de estructurar el espíritu de la obra. Y es además esta idea “bicéfala” de dos cabezas mirando hacia el sur. Cada una de ellas opuesta a la otra, pero en este caso, ambas mirando hacia el mismo lugar.

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Double Headed South es un tipo de estudio en palabras de los artistas, no intenta explicar algo, o ser académico. Es acerca de cómo hemos aprehendido este mundo colonizado no solo por otra cultura, sino por sustancias suministradas por la conquista misma. Para Bonde es algo desde donde partió su interés y el punto de vista de cómo plantear el proyecto:

“No es necesario contar una historia ni explicarlo a nadie. Es solo mi motor, como un pensamiento después de mi trabajo. Tuve esta visión de esta escultura con dos botellas y entonces pensé en ello y empecé a pensar que haría con esto.”

Ambos estaban con las ganas e inquietud de incluir todo: las pinturas, las imágenes de Dinamarca y Chile, además de los mismos residuos que generaba el proceso. Pero lo que ayudó en gran medida a aterrizar la muestra fue el film, dando un nuevo y más fuerte impulso, y para Peter Bonde aún más que la escultura.

Es el film, las pinturas, las imágenes de Dinamarca y Chile y de las vidas de cada uno, los pinos, el tubo, la escultura y los objetos recoleccionados los que nos acercan a este viaje de investigación que aún sigue en desarrollo en Chile. La transmisión a través de algo que se ajusta en el país, pero que vuelve a empezar desde Janus, el dios romano bicéfalo de los comienzos y finales, y que nos habla de dos aspectos disímiles entre sí. Desde estos diferentes lugares es que la puesta en escena del trabajo de uno y el otro no obliga a que Javier y Peter desarrollen un discurso en común.

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Yo no sé si necesariamente mi trabajo habla con el trabajo de Javier” dice Bonde. Y es que para él su interés en el trabajo en conjunto no es acerca de la obra, sino de la energía, y para él, Javier realmente tiene una muy buena:

“El trabajo del otro te puede gustar o no, pero el asunto por detrás es lo poderoso, la energía, la cual es un tipo de desarrollo de algo, y es así como siento el trabajo. No se trata de mí hablando con el trabajo de Javier, sino con su cerebro. No es necesario que tengas que producir el trabajo, la experiencia como artista, o funcionar para la audiencia. Creo que es más acerca del diálogo, la energía que hay. Y para mí, es la manera en que me enfrento a la energía del trabajo de Javier”.

Su aproximación para con su obra misma, se podría decir que se desenvuelve en capas similares; no divide su cuerpo de obra entre la que está del lado de la pintura y la de carácter más objetual. Se reconoce a sí mismo como bueno en la pintura, pero el arte como un total es su interés, acogiéndose así a otros medios de expresión. Es algo así como una metainspiración para Peter, siendo los propios elementos, recursos y lenguajes del arte los que propulsan su obra; inspiradores son los diálogos, la posibilidad de usar diferentes técnicas y soportes y convertir los unos en los otros. Una pintura puede ser un texto o las montañas que ve en la mañana, o simplemente el pensar en que trabajará. En sus pinturas, suele importar objetos que son referentes en su vida personal, como lo pueden ser las portadas de libros que realmente han sido importantes; formando así, una clase de índex tal como el de las iglesias católicas, y siendo además una excusa para incorporar elementos figurativos en su obra.

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Particular manera de evidenciar al espectador el mundo en el que está inmerso pero que muchas veces no es capaz de ver. Peter Bonde tiene otra serie donde la pintura está dispuesta sobre lienzos de un material reflectivo tal cual espejo, modificando o deformando la percepción del usuario en la medida en que se acerca o aleja, tanto la de él mismo como la del espacio de exhibición.

Percepción que es significativa según dónde se esté. Los niveles de conversación simbólica y cultural entre Europa y Latinoamérica difiere también absolutamente de cuan inmerso o lejano pueda estar cada uno de nosotros. Para Peter Bonde el modo latinoamericano de pensar es muy distinto a lo que el conoce, incluso aunque él haya vivido en lugares tan distintos como Tailandia, Venezuela o Los Ángeles. Y es que simplemente el desenvolvimiento y modo de pensar en nuestro contexto es excesivamente distinto en las capas más profundas del comportamiento humano, tanto individuo como sociedad. No le es indiferente la aún existente y sorprendente diferencia de clases y las disputas que se dan entre ellas, o entre ciertos sectores y los que dirigen los países:

“Y en este sentido es que Sudamérica asusta. Suena como una locura, lo sé. Pero me asusta como acá las personas de la clase alta se atemorizan por los que vienen de otras áreas de la ciudad”.

 “Double Headed South : Bicéfalo” no es solo un ejercicio de patentizar las diferentes rutas y las variadas capas que unen ambos mundos desde una objetualización ritual de los elementos. Es ponernos frente a nuestros ojos, que se han tornado ciegos por el propio régimen visual que nos ha impuesto todo un tinglado industrial y cultural, la fricción continua y desplazamiento de las conexiones a nuestro ser en cuanto ente, y a los otros, recordándonos en nuestra cara cuanto nos hemos alejado del verdadero diálogo entre los individuos y como las esencias de cada uno de nosotros nos ha alienado de una estructura que debiera diluir cada vez más los límites fácticos.